Tres amigos están haciendo un viaje por toda Europa, visitando Roma, Londres, Frankfurt, París, etc…, hasta llegar a Kiev, en donde se reunirán con Paul, el hermano de uno de los tres.
Ya en Kiev, Paul les propone a los tres turistas visitar Prípiat, una ciudad fantasma cercana a Chernóbil que sufrió los estragos del reactor 4 de la Central Nuclear.
Paul conoce a Uri, un ucraniano que organiza viajes de turismo extremo en una furgoneta. Los cuatro amigos emprenderán camino a Prípiat, acompañados por Uri y una pareja que se unirá a ellos. Al llegar a la ciudad abandonada, unos militares que custodian la zona les prohibirán el acceso. Pero esto no será impedimento para el organizador y sus viajantes, pues buscarán un camino abandonado que no está vigilado y por el cual se adentrarán sin problemas hasta la ciudad fantasma. Y una vez dentro, la visita no será tan tranquila como creían.
Reseña
La
historia de Oren Peli y Bronson Davids transcurre con normalidad, todo está
bien explicado y bien encajado, es fácil: tres amigos de viaje por Europa visitan
al hermano de uno de ellos en Kiev, y ya que están allí intentan visitar
Prípiat (más o menos). Hasta aquí todo bien, con diálogos también normalitos, porque no abundan las típicas estupideces de las estúpidas películas de adolescentes, y esto se hace notar sobre todo cuando entra en acción el protagonista ruso (como para abrir mucho la boca delante del colega).
La película intenta meternos en la tensión que
sufren los protagonistas y en momentos lo consigue, sobre todo porque los
escenarios son calcados a los de Prípiat, lo cual es bastante meritorio, a no
ser que se haya rodado allí. A pesar de que la cinta (si no es en su totalidad,
casi) está grabada cámara en mano, el párkinson es aceptable, excepto en un
momento de huida (insoportable).
Avanzada poco más de la mitad de la película,
un par de escenas enganchan nuevamente al espectador después de casi haberlo
aburrido enseñándole hasta entonces poco o nada: desapariciones que no se
muestran con claridad, mutantes que aparecen en plano un segundo, y poco más.
Pero
llegando al final el rodaje empieza a tambalearse y a aburrir, y esto dice
mucho, porque el espectador ya ha barajado varias opciones para el final, pero todo
termina demasiado light, o no crea la tensión o la sorpresa suficiente en el
espectador. Todo esto lo mantiene en pie la ambientación, y me
atrevería a decir que también las actuaciones.
Lo
que podía haber llegado a parecer otra parte de Las Colinas Tienen Ojos, con
distinto escenario, se queda en un mero espejismo. Bradley Parker desaprovecha
una buena historia y unos buenos escenarios. Os podéis imaginar: Las Colinas
Tienen Ojos en Chernóbil. Lástima.
–¿Y los actores, Nandy, no dices nada de ellos? Di algo porque se te acaba el rollo muy pronto.
Pues los actores bien, o por lo menos doblada no me parecieron malos, excepto uno de ellos, o mejor dicho una, Olivia Dudley, Natalie, la rubia despampanante, la cual parecía estar más por su tipo que por su arte. A ver, en ocasiones se agradece observar modelitos así, pero si ofrecen algo más, mejor, ¿no? Y me refiero a una u otra manera; o interpretativamente o superficialmente con un despelote. Pero en este caso ni una ni otra, es más, en una ocasión me pareció hasta verla mirándose el escote, ¿pues entonces qué hacemos con ella? Pues suspendida y de vuelta a la mansión Playboy, o si tiene algún día libre que me llame para compartir opiniones. ¡Papelón! Eso sí, sobre todo, gracias al guionista.
En
fin, Atrapados en Chernóbil, se ha quedado para mí en un suficiente forzado,
porque la historia tiene su gancho y su transcurso entretiene, los
protagonistas no lo hacen mal (menos alguna excepción), pero el final es
decepcionante. Otra buena idea tirada por el retrete.
Nandy Puertollano
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