Anthony Miller es un actor que mientras estaba rodando una escena de una película de terror sobrenatural, se desmorona. Su única y distanciada hija se preocupa por lo que le ha sucedido a su padre, preguntandose si el está volviendo a sus adicciones del pasado o si hay algo más siniestro detrás...
No hay duda de que el sorpresivo éxito de 'El Exorcista del Papa' con Russell Crowe como simpático sacerdote, abrió el camino a este 'El Exorcismo de Georgetown', película que estuvo guardada en el cajón y que claramente aprovecha el tirón tanto del género como del protagonista para sacar la cabeza y probar suerte.
Si alguien piensa que está película es una secuela o algo parecido de otra, esta equivocado. A pesar de la inevitable comparativa son películas muy distintas. Si en la primera película el director Julius Avery daba mucho juego a base de imagenes clásicas del cine de posesiones con el gran añadido de un exorcista protagonista socarrón y peculiar, en esta dirigida por Joshua John Miller (hijo de Jason Miller, el padre Karras de 'El Exorcista') tenemos al mismo actor protagonista pero la temática se dirige más al cine dramatico dentro del género de terror...
En esta historia tenemos a un actor que quiere retomar su carrera, pero tras la muerte de su mujer algo que no a podido superar, hace que se vea sumido en las adicciones. Este hombre poco a poco va empeorando, entrando en una deriva más alla de las adicciones, algo más demoniaco. Siento que el director no a estado muy acertado en casí nada en este trabajo, hay en mi opinión una buena cantidad de momentos flojos, ridiculos o mal resolucionados. Lo imperdonable para mi, es que Miller a estado bastatante irregular en los momentos de terror, dandole más tirón a los momentos dramáticos y delirantes.
Russell Crowe, como padre y Ryan Simpkins, como hija, es lo más destacable que podemos sacar de esta película. 'El Exorcismo de Georgetown', ya parece que fue un momento fallido el cual se a intentado dar una oportunidad aprovechando la buena estela de la anterior película. Nunca debió salir del cajón...
Samuel Romero Morales
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